viernes, 9 de abril de 2010

Municipio Martí: un nombre que es perenne homenaje


Cuando el día 24 de diciembre de 1898 en sesión extraordinaria el Ayuntamiento municipal a propuesta de su presidente, el alcalde Enrique González y Gutiérrez apoyado unánimemente por quince concejales y su secretario, “acordó sustituir los nombres de Ayuntamiento de Guamutas y pueblo de Hato Nuevo, por el de «Martí», en honor del insigne patricio que tanto contribuyó a redimir a nuestra patria” [sic.], quizás los 17 miembros firmantes del acta de la sesión no pudieron prever el alcance histórico de una decisión política y administrativa sin precedentes en la Cuba de aquellos años. Por esa fecha hacía tan solo catorce días se había firmado el Tratado de paz entre España y los Estados Unidos en París, con la ausencia una vez más de los representantes del pueblo cubano. Un acontecimiento que con justeza pudiera llamarse “traspaso de la Isla de Cuba”, después del fin de una efímera guerra de rapiña entre dos potencias imperialistas: una feneciente, la otra emergente; triste colofón tras treinta años de batallar nacional-liberador. Sin dudas, la causa de que al finalizar el año 1898, el Generalísimo Máximo Gómez expresara, con toda razón, que Cuba no era “ni libre ni independiente todavía”. Pero ¿hubo otros actos públicos, con carácter póstumo dedicados a José Martí, antes de la fecha señalada? ¿cómo denotar una acción patriótica como la narrada a la luz de la ciencia histórica actual? ¿acaso fue este el primer homenaje póstumo después de concluida la contienda entre Cuba y España? ¿qué otros actos sobresalientes de homenaje al Héroe se han efectuado en nuestro municipio, en el país y en el mundo?. VIGENCIA Y PRESENCIA MARTIANAS La palabra homenaje proviene del vocablo homenatge de origen provenzal, que es una lengua o un modo de hablar muy peculiar; perteneciente a una antigua provincia de Francia. Su significado está asociado con el acto o la serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo, el respeto hacia alguien, a algo; o el juramento solemne de fidelidad hecho a alguien vivo o muerto. Un homenaje puede ser también un acto de sumisión, veneración, obediencia y/o acatamiento. Ya hoy en cualquier lugar de nuestro país es habitual encontrar una calle, una escuela, una fábrica, o una asociación con el nombre de José Martí, o algún título relacionado con su obra; en perpetuo homenaje a la figura cimera de la causa revolucionaria, portador de las ideas más avanzadas del pensamiento nacionalista e independentista cubano. El pensamiento martiano es bandera de la lucha popular, sus ideas y su ejemplo, desbordan patriotismo, su amor ardiente a la libertad, la dignidad y el decoro humano, su repudio intransigente al despotismo y su fe sin límites en el pueblo. En esa prédica extraordinaria está el fundamento ético y la legitimidad moral de su obra y acción revolucionarias. Más de 80 monumentos o bustos repartidos a todo lo largo y ancho del planeta, son muestra palpable de la trascendencia martiana. En Sydney, una de las plazas ostenta un busto de Martí; en Atenas, Grecia, descansa otra representación del Maestro, en Viet Nam; en el Parque Central de Nueva York se encuentra, desde la década de los 60; la única estatua ecuestre del Apóstol. De acuerdo a datos registrados por el Centro de Estudios Martianos se afirma que actualmente existen 48 piezas monumentarias dedicadas a Martí en América Latina, 23 en Europa, tres en Asia y las otras seis figuran en Norteamérica. En el año 2003, a propósito del 150 aniversario del natalicio del Maestro se sumaron a estos monumentos, las esculturas situadas en las ciudades de Quito; París y Bruselas. Muy interesante es la estatua intitulada “Martí acusador” ubicada en la Tribuna Antiimperialista de la capital cubana, y que representa al insigne patriota con su dedo índice de la mano derecha acusando al Norte imperial; y en su mano izquierda protegiendo a un niño (¿al Ismaelillo?), junto a su pecho. Hasta en los más insospechados rincones del mundo aparece plasmada la imagen de nuestro insigne Poeta Nacional. La primera estatua de Martí en Cuba se situó en el Parque Central, en La Habana; el 24 de febrero de 1905, y en el acto de colocación de la primera piedra del monumento; ocurrido en noviembre de 1904, estuvo presente el General Máximo Gómez; quien murió poco después, el 17 de junio del año 1905. Desde el instante de esta inauguración la imagen martiana tiene numerosos escenarios en muchos parques y otros sitios de recordación por todo el país. En el parque del poblado de Martí, en la provincia de Matanzas; se ubicó una efigie martiana en 1929, después de un largo y azaroso período de demoras burocráticas. Las gestiones comenzaron desde el año 1924, durante el gobierno del alcalde Marco Tulio Regojo y Margarit y la codirección administrativa de Ricardo Valdés Morales, que consiguieron mediante algunos compromisos financieros suscribir un contrato con José Pennino Barbato para la compra-venta del conjunto escultórico en homenaje a Martí. La historia de este busto-monumento en tierras martienses comienza en el año 1924 cuando son depositados en el lugar donde se construiría el parque municipal, los huacales que contenían los bloques y la estructura marmórea que integra la pieza monumental. El parque no fue construido hasta el año 1927 por gestiones del Ayuntamiento municipal bajo la alcaldía de Rafael María Benito Triana y Leal que termina de efectuar los pagos concernientes al monumento adquirido por acuerdo del Ayuntamiento bajo la administración del doctor Regojo en 1924, y que fuera emplazado finalmente, donde se encuentra hoy; en el año 1929. Es imprescindible precisar que la construcción del parque público en Martí se efectuó en terrenos obtenidos en arrendamiento de los Ferrocarriles Unidos por gestiones del alcalde Triana y la “cooperación eficaz del doctor Arturo Ramiro Carricarte”. El trazado del parque, la construcción de los contenes de hormigón, el relleno consolidado, el relleno de tierra para siembras y las calles que lo circundan fueron obras de esta administración. Sin embargo, no fue hasta el año 1934, durante el gobierno municipal encabezado por el controvertido Lucas Alvarez Tabío que se realizó la pavimentación, la construcción y ubicación de bancos de madera dura y la siembra del arbolado en el parque; por suscripción popular. La estatua ubicada en el parque martiense consta de un busto del Apóstol apoyado en una base o pedestal en forma de prisma vertical, con aproximadamente 4 metros de altitud, ambas piezas talladas en mármol blanco de Carrara. En una tarja labrada en el artístico pedestal se puede leer:
EL AYUNTAMIENTO DE MARTÍ AL MÁRTIR DE DOS RÍOS 20 DE MAYO DE 1925 Como otro homenaje perdurable, en el mes de noviembre de 1921 durante el recién estrenado gobierno del presidente de la República Alfredo Zayas y Alfonso; se dictó una ley en nuestro país, la cual establecía de manera oficial que cada municipio tuviera al menos una calle, avenida o plaza con el nombre de José Martí, y que en las escuelas se ubicara un busto en honor a su memoria. Curiosamente en los poblados de nuestro municipio no existe ninguna calle con ese nombre. Además de las cubanas, ciudades o simples pueblos de varios países tienen calles, plazas o avenidas donde el apelativo de José Martí invita al conocimiento de su vida y obra, a quienes poco o nada han oído de él. En la actualidad, aparte de Cuba; se conocen alrededor de 28 calles dispersas por el planeta que llevan su nombre, 25 de ellas están situadas en América Latina y tres en Europa. Posterior al triunfo rebelde de 1959 innumerables sitios, instituciones, poblaciones, centros de producción e investigaciones; han sido designados con el nombre de José Martí, o con nombres relacionados con su obra. Expresión de una actitud seguidora y ejecutora de lo más avanzado del pensamiento martiano, y que ha contribuido a dimensionar la figura de nuestro Héroe Nacional. En Cuba, más de 163 centros educacionales, 44 círculos infantiles y alrededor de 90 objetivos industriales, económicos y agropecuarios llevan nombres relacionados con Martí. En nuestro municipio contamos con el Circulo Infantil “Sueños de Martí”, la Facultad Obrero-Campesina “José Martí” y la ESBU “Lino Figueredo”, nombre que de alguna manera se enlaza con el ideario político martiano y con los duros recuerdos de sus prematuros años de presidio. Con fecha del 12 de diciembre de 1979 se instauró la Orden José Martí como máxima condecoración del estado cubano, y se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros y a Jefes de Estado o de Gobierno por grandes hazañas a favor de la paz y la hermandad; por valiosos y extraordinarios aportes en la educación, la cultura, las ciencias y el deporte, así como por méritos extraordinarios y actitudes en el trabajo creador. En la Sierra Maestra se encuentra el Pico Martí, muy cerca del Turquino; en Camaguey existe un poblado llamado Martí, existe el Reparto Martí en Ciudad de La Habana y el Distrito Martí en Santiago de Cuba. El Aeropuerto Internacional de La Habana se llama José Martí, La Biblioteca Nacional también; la Plaza de la Revolución, el Parque Central de la capital, la Ciudad de los pioneros ubicada en Tarará comparte el mismo nombre, y un buque escuela perteneciente al Ministerio de Transporte se nombra José Martí. Serían innumerables las citas con ejemplos que ilustren la vigencia del héroe en nuestro pueblo. En África no se registran muchos datos acerca de la cantidad de escuelas o instituciones nombradas en honor al Apóstol cubano, aunque se conocen algunos centros educacionales en Angola, Guinea y Guinea Bissau que ya han hecho suyo el nombre de José Martí. José Martí, el héroe, el alma de la campaña liberadora de 1895 que daría al traste con la dominación española de la Isla, se inició en la masonería en España, entre 1871 y 1873, período en el que alcanzó el grado de Maestro Masón en la Logia Armonía y desempeñó el cargo de Orador. Por las propias características de la logia donde asistía, alcanzó también la dignidad de Soberano Príncipe Rosa Cruz, grado 18vo de la masonería filosófica. La mayoría de los próceres de la independencia cubana en el siglo XIX fueron masones. Fue un reconocido masón, antes de lanzarse a las luchas emancipadoras, el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes, quien presidía en los días del alzamiento de octubre de 1868 la Logia Buena Fe, de Manzanillo. También pertenecieron a la fraternidad, Perucho Figueredo, el autor del himno nacional cubano; el mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz; el lugarteniente general Antonio Maceo y Grajales y el generalísimo Máximo Gómez Báez. La Masonería en Cuba a rendido tributo permanente a nuestro Héroe Nacional. En la actualidad la masonería cubana cuenta con más de 26 mil integrantes inscritos en 314 logias repartidas por todo el territorio nacional. Existen más de 20 logias que tienen el nombre o se relacionan con Martí, existió la Universidad Masónica José Martí, en la que ofrecían o daban clases profesores Masones; y que fue clausurada por el Gobierno de Fulgencio Batista. Sería interminable poder reseñar los grandes homenajes que le rindió, rinde y rendirá la Masonería cubana al Apóstol de nuestra independencia. Para satisfacción y orgullo del los pobladores del terruño martiense, la logia masónica enclavada en este territorio gana otro homenaje con su nombre: «Regeneración martiana», fundada desde el año 1952. También en los jardines de la logia está enclavado un busto de Martí; y en la última sesión de cada mes se le rinde respeto a la imagen que representa la figura del Maestro en “posición pensante” con la acción de depositar una ofrenda floral. LOS HECHOS Se vislumbran con exactitud una considerable cantidad de actos privados o públicos, individuales o colectivos, probados históricamente como homenajes póstumos al Héroe de Dos Ríos, ocurridos antes y durante el año 1898, o sea, desde el mismo día de su fatídica muerte, y hasta la fecha del cambio de nombre del ayuntamiento de Guamutas y el poblado Hato Nuevo por el de Martí. Aquella noche del 19 de mayo del año 1895 en el campamento mambí de Las Vueltas «no hubo necesidad de tocar a silencio». Con el fuego del vivaque se le vió al Viejo General un centelleo en las mejillas húmedas. “...Alguien acuñó ya, para la posteridad un título venerador: el Apóstol de la Independencia” y ese “alguien” fue el General Quintín Banderas, que apenas unas dos semanas atrás lo había conocido y admirado inmediatamente. Unos años antes, quizás allá por el año 1889, también el joven Gonzalo de Quesada le había nombrado como El Maestro, tal y como la hacían los negros pobres de La Liga de Nueva York a los que Martí enseñaba. Después del 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, en el lugar de su caída en combate, se erige por primera vez en 1896 un rústico monumento en honor a Martí. Allí justamente, a solicitud del General Gómez, cada combatiente de la tropa mambí colocó una piedra para marcar el sitio donde fuera derribado el Apóstol el día de su muerte. Fue José Rosalío Pacheco quien señaló el lugar y recogió la sangre coagulada de Martí “para guardarla en un pomo”. Así le contó el prefecto mambí a Enrique Loynaz y del Castillo en octubre de 1895, quien por encargo del presidente del Consejo de Gobierno de la manigua, Salvador Cisneros Betancourt; debía precisar estos datos. Ese día, allí quedó clavada una rústica cruz de caguairán. En julio de 1896, después de terminada la invasión a Occidente Máximo Gómez retornó a Dos Ríos y “en medio de un silencio impresionante, sobre cogedor, recogió unas piedras errabundas y las colocó alrededor de la señal levantada en el lugar” que no era otra que la cruz hecha por Pacheco durante la visita de Enrique Loynaz en 1895. Después los demás hombres de su columna lo imitaron. Un mes más tarde Gómez, acompañado por el General Calixto García y las fuerzas a su mando se encontraron en el mismo sitio, y ordenaron que cada hombre volviera a recoger una piedra y la depositara sobre las que ya señalaban el lugar donde fue herido mortalmente Martí por las balas enemigas, hasta hacer un túmulo cuadrilongo, dispuesto de oriente a occidente. Aquellas piedras quedarían fundidas en la base del obelisco que, años más tarde, se erigiría en el lugar del holocausto. El 27 de mayo de 1895, al proceder a la inhumación del cuerpo sin vida de Martí, el coronel José Ximénez de Sandoval y Bellange, quien comandaba las tropas que le dieron muerte al magnánimo líder cubano (y que era Masón como lo fue Martí); después de preguntar si alguno de los presentes en el cementerio despediría el duelo “como es práctica en todos los pueblos civilizados antes de dar sepultura a un cadáver”, tomó la palabra y pronunció un breve discurso que ha quedado para la posteridad, y que algunos osan llamar “homenaje póstumo”. Escribió Jorge Mañach que ese 27 de mayo las palabras de Ximénez de Sandoval fueron: “Señores: Cuando pelean hombres de hidalguía condición como nosotros, desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yertos despojos un enemigo...Los militares españoles luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para los muertos.” Para ese día, el cuerpo inerte del Héroe, durante su traslado apresurado por las tropas de Ximénez de Sandoval como trofeo de guerra, había sido dejado caer en el fango del camino, bajo un torrencial aguacero durante toda la noche el día 19; enterrado el 20 y desenterrado el 23 en Remanganaguas sin ningún honor, y mal embalsamado llevado en un cajón de madera y flejes metálicos hasta Santiago de Cuba, para su enterramiento final. El 10 de octubre de 1898 quedó marcado el nicho № 134 del cementerio Santa Ifigenia como el lugar donde descansan los restos de José Martí. Hace apenas unos años al preguntársele a Cintio Vitier acerca del tratamiento que dio este alto oficial español a la figura de Martí en sus palabras de despedida de duelo, contestó: “Ximénez de Sandoval no se portó nada bien con Martí, a pesar de su masonería y de sus palabras de despedida en las que reconoce en Martí al hombre que ha muerto luchando por sus ideales. Eso eran palabras, aunque en definitiva se las agradecemos, porque únicamente con Martí se hizo tal cosa. A Martí los españoles lo enterraron en Remanganaguas sin caja, sin honores de ningún tipo, sin nada. Pero, como los cubanos decían que todo aquello era mentira, que Martí no había muerto, tuvieron que desenterrarlo y ya descompuesto el cadáver, lo fotografiaron, le hicieron autopsia, lo embalsamaron, lo expusieron en el parque de San Luis. Yo cuando pienso que el tratamiento que se le dio al cuerpo no fue de ningún respeto... En fin, ese señor fue quien dirigió la operación para matarlo.” La muerte de José Martí se hizo eco en toda la prensa de la época. Publicaron la fatal noticia el Diario del Ejército el día 21 de mayo de 1895, el Cuba Libre en su edición en inglés los días 24 y 29 del mes de julio de ese mismo año, El País, de la Habana; los días 22, 23 y 24 de mayo, La Estrella Solitaria, de Caracas; el día 1 de agosto de 1895, y así sucesivamente se fue difundiendo poco a poco y ante la incredulidad de la mayoría de los cubanos que lo conocieron, lo acontecido en la manigua irredenta.
Al conocer la noticia de la caída en combate del Apóstol, el director del periódico The New York Sun, Charles A. Dana, quien había sido amigo y editor en los Estados Unidos de Carlos Marx y de José Martí, escribe en su periódico el 23 de mayo de aquel año: “Nos enteramos con punzante dolor de la muerte en campaña de José Martí, el conocido jefe de los revolucionarios cubanos. Lo conocimos y bien y lo estimamos profundamente. Por un dilatado período, que se remonta a cerca de veinte años [sic.], fue colaborador de The Sun [...] Fue hombre de genio, de imaginación, de esperanza, y de coraje [...] Su corazón era cálido y amoroso, sus opiniones, ardientes y ambiciosas, y murió como un hombre así habría deseado morir, batallando por la libertad y la democracia [...] ¡Honor a la memoria de José Martí, y paz a su alma viril y generosa!” Ha de resaltarse que Martí conoció poco la obra de Carlos Marx, pero escribió, con respeto, sobre este pensador y expresó que merecía honor porque se puso del lado de los débiles. Hoy, a ciencia cierta; nadie ha podido explicar las causas que motivaron a Enrique González y Gutiérrez para tomar la importante iniciativa de proponer el cambio de nombre del Ayuntamiento guamutense (o hatonuevense) y su poblado cabecera por el del Apóstol de la Independencia de Cuba. Pero agradecemos su gesto como un legado generosos de las generaciones pasadas. Se sabe que este alcalde no pudo terminar su período de gobernación, pues fue acusado de consentir la usurpación de una propiedad considerada como del patrimonio municipal. Don Enrique González desempeñó su cargo hasta mediados del año 1900, y el primero de julio de ese mismo año asumió la alcaldía municipal, tras ser electo; el Coronel del Ejército Libertador de origen inglés Juan Cadwell Smith. Durante todos estos años transcurridos, cada día vivido en este pueblo, cada momento de nuestra existencia; recordamos al poeta, al prócer de la Independencia, al maestro, al cubano, con tan solo mencionar su nombre. Y como escribieran los periodistas Gisela García Rivero y Amaury E. Del Valle, “José Martí es algo más que materia inanimada enmarcada en bustos, monumentos o tarjas, o en las simples páginas de un libro. Es un ciudadano del mundo, un hombre de ayer, hoy y mañana, universal e indispensable para pensar el presente y el futuro”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario